Campamento improvisado de refugiados en el paseo marítimo de Kos. (GEORGINA NOY)
Se acercan las 12 de la noche. Un grupo de voluntarios, mayoritariamente escandinavos, hace guardia en el punto de ayuda que ha montado en el paseo marítimo, frente a la comisaría de la policía local. De pronto, un veterano griego aparece en la escena en moto. Está tenso. “Acaba de llegar un grupo, vienen con niños y bebés”, alerta. Dos fornidos rubios se ponen en marcha con la furgoneta que han alquilado para rescatar a los recién llegados. El motorista griego regresa a los pocos minutos, con un niño de apenas tres años a cuestas, con el pijama puesto y en estado de shock. Tiene la mirada perdida, no entiende nada. Una joven holandesa lo arropa en sus brazos, mientras otro chico cura a su padre, con heridas en un pie. Intentan hacer comer al pequeño, pero apenas puede abrir la boca, está demasiado débil.