LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS (LA VANGUARDIA)
Dobova despierta borroso. La niebla distorsiona el paisaje, y el frío húmedo se cuela hasta los huesos. En la anticuada estación de tren, grupos de voluntarios desmontan palés y preparan bolsas individuales con pan de molde, atún y manzanas. Policías eslovenos malhumorados y soldados cubiertos con pasamontañas y rifles a sus espaldas se despliegan a lo largo del andén. Como casi cada día desde octubre, las autoridades croatas alertan a sus vecinos eslovenos: está a punto de llegar.
De pronto se oye un chirrío en las vías. Un tren grisáceo atraviesa la neblina. Voluntarios y agentes se tapan la nariz y la boca con mascarillas. Empiezan a abrirse algunas ventanillas:
–¿En qué país estamos? –pregunta un pasajero.
–Eslovenia –responde un voluntario.
–¿Y adónde nos llevan? –insiste desde la ventanilla.
–Creo que a un campo aquí al lado –dice dudando el cooperante.