«Aunque pongan minas anti-personas, los inmigrantes seguirán viniendo», dice enrabietado Sayba Bayo, voz cantante de la ONG Fassuló. La entidad, radicada en la población catalana de Mollet del Vallés, trabaja para mejorar las condiciones de vida de los suyos en Senegal, país de origen de la mayoría de sus miembros. De hecho, casi todos son de la misma familia, los Bayo, originales del pueblo de Fodecounda. Son hermanos y primos que, como tantos africanos, se embarcaron en pateras y aviones en busca de las mieles del soñado paraíso europeo.
En una calurosa tarde de sábado, una docena de hombres de entre 35 y 40 años se reúnen en un aula del centro cívico local en la periferia barcelonesa. El encuentro sirve para deliberar sobre cómo mejorar la gestión del molino que han logrado construir para que las mujeres de su pueblo natal recolecten los granos del campo más ágilmente. Según cuentan, ellas son las que más sufren. «Cada uno de nosotros aporta cinco euros al mes» destaca Mahmadou Signaté, tesorero de la asociación, quien desgrana los proyectos que se han puesto en marcha gracias a su ímpetu. Uno de los más simbólicos se lleva a cabo en el Día del Cordero del Ramadán: se ocupan de que todos los vecinos de Fodecounda puedan comer carne, sobre todo los que no pueden pagarla.