Como si fuera un caballo en una partida de ajedrez, el ya ex ministro de defensa de Israel, Avigdor Liberman (aunque su renuncia entre en vigor solo en unas horas), se precipitó en un salto adelante y anunció ayer su renuncia al cargo.
La renuncia del líder de Yisrael Beitenu –formación de derecha nacionalista secular con fuerte base entre el electorado procedente de las ex repúblicas soviéticas- deja a la coalición de gobierno de Netanyahu en una frágil minoría de 61 diputados, en una Knesset de 120 escaños. La alarma roja electoral se encendió, las cábalas sobre un avance electoral toman fuerza, y de inmediato ha empezado el tradicional toma y daca en el juego de alianzas que caracteriza la siempre imprevisible política israelí.
La crisis de gobierno vino inmediatamente después a la última explosión en la frontera de Gaza. Tras una fallida incursión de un comando especial de las FDI en la franja, que un ex general describió como “operaciones de infiltración habituales en las filas enemigas para recabar información”, los soldados fueron sorprendidos por efectivos de Hamás en la urbe de Khan Younes. Se produjo un intenso choque, que culminó con 6 integrantes del movimiento terroristas y un coronel israelí muertos.