Mujeres judías y árabes marchan por la paz en Jerusalén

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Ofer Laszewicki Rubin – Jerusalén
20 septiembre, 2018

Mujeres judías y árabes de la organización “Women Wage Peace” (WWP) marcharon este jueves por las calles de Jerusalén para exigir la vuelta a las negociaciones y poner fin al conflicto entre Israel y Palestina. El colectivo, formado en 2014 tras la última guerra de Gaza, está compuesto por miles de mujeres de todo el territorio que organizan continuas marchas, encuentros caseros y foros de debate para intentar reavivar las esperanzas de paz.

La manifestación, que se inició frente a la puerta de Yaffo de la ciudad antigua de Jerusalén, contó con miles de participantes. La cantante Yael Deckelbaum, compositora de varias canciones relacionadas con el movimiento, se encargó de calentar motores desde un pequeño escenario, desde donde también se leyeron manifiestos reivindicativos. Entre las consignas de las concentradas podían leerse eslóganes como “solo un acuerdo de país traerá la seguridad”, “mujeres seculares y religiosas demandan un acuerdo o político”, o “si es posible”, junto a una imagen de los ex mandatarios de Egipto e Israel, Anwar Sadat y Menachem Begin, estrechándose la mano tras la firma del histórico acuerdo de paz entre ambas naciones.

Marta Roytman afirmó a Aurora que acudió a la concentración “porque no podemos sentarnos y no hacer nada cuando sabemos que nuestros hijos están acá, y los hijos del pueblo con el que tenemos conflicto también son hijos importantes y queridos para ellos. Yo creo que las madres podemos influir de forma positiva y lo que estamos pidiendo es iniciar conversaciones, esperanza, hacer algo”. Junto a ella, Golde Shaim señaló que en la zona viven “varias religiones, y yo no creo, como madre, que ninguna madre de ninguna religión quiere guerra para sus hijos. Todos creemos en la paz”.

Manifestantes judías y árabes marchan por la paz en Jerusalén

Marieta Oppenheimer, por su parte, quiso hacer hincapié en el pluralismo del movimiento de mujeres: “hay de la derecha y de la izquierda, religiosas y no religiosas, o sea todo el espectro político. Eso a mí me parece la fuerza de este movimiento, lo más importante y lo más lindo”. Su compañera Esther Diner recordó cual es la influencia de WWP: “en realidad el ejemplo nuestro es Liberia, las mujeres en Liberia lograron llegar a la paz en una situación que era un conflicto entre católicos y musulmanes. Dos mujeres decidieron encontrarse como comunidad, y exigieron que se firme la paz. Preguntada sobre el papel que ejercen durante periodos de tensión, Diner puntualizó: “y demostrar que también en momentos difíciles nosotras no tenemos miedo”.

Para Natalia Katz la clave es seguir movilizándose: “creo que la manera es seguir moviendo, seguir actuando, seguir reuniendo gente de todo el espectro político, de todo el espectro social, y sobre todo hacer la paz y lo que es la coexistencia en el día a día. Es una frase un tanto cliché, pero la paz es el camino, así que en ese estamos”.

 

Reportaje publicado en Aurora:
http://aurora-israel.co.il/mujeres-judias-y-arabes-marchan-por-la-paz-en-las-calles-de-jerusalen/

El coro “Rana”: Melodías que unen a mujeres judías y árabes por la paz

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Ofer Laszewicki Rubin – Tel Aviv

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El coro «Rana» en acción

Eran días calientes en Tierra Santa. Semanas atrás, el presidente norteamericano Donald Trump reconoció oficialmente Jerusalén como la capital de Israel, en un movimiento que supuso un giro en la tradicional política de Washington, que desde la fundación del estado judío en 1948 rehuyó posicionarse sobre el estatus de la delicada ciudad santa, probablemente el escollo más difícil para la resolución del conflicto palestinoisraelí. Aunque con menor dimensión de lo que se esperaba, los choques violentos entre jóvenes palestinos y las fuerzas de seguridad israelíes en Jerusalén, Cisjordania y Gaza abrieron de nuevo los telediarios de medio mundo. El guion se repetía: cocteles molotov, piedras y neumáticos en llamas frente a gases lacrimógenos, balas de goma y, en ocasiones, munición real. Casi una decena de palestinos muertos y centenares de heridos. Desde la sitiada Franja de Gaza, grupos salafistas –fuera del control de Hamás, que por ahora no está por la labor de empezar una nueva guerra- dispararon más de 40 proyectiles, haciendo sonar de nuevo las alarmas en localidades del sur de Israel. Los tambores de guerra retumbaban.

Como de costumbre, en la “burbuja” de Tel Aviv la tensión no alteró la rutina. Era viernes, víspera de shabbat, día de la semana en que el shuk (mercado) Ha’Karmel se llena hasta los topes de clientes ávidos de las mejores ofertas.  A última hora, los mercaderes venden el género fresco a precio de saldo para desprenderse de la mercancía. A escasos metros del extremo sur del shuk, un grupo de mujeres árabes, con las cabezas cubiertas con hiyabs, conversaban ante la entrada de un centro cultural. En su interior se encontraban las integrantes del coro “Rana”, que ultimaban los preparativos para un breve concierto de presentación de su nuevo disco, un evento que sería filmado para lanzar un crowfunding internacional para recaudar fondos.

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¿Es posible la paz entre israelíes y palestinos?

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ORIENTE PRÓXIMO – 24 AÑOS DE LOS ACUERDOS DE OSLO

24 años después de los Acuerdos de paz de Oslo, que supuso un punto de inflexión en la relación entre Palestina e Israel, el conflicto de Oriente Medio sigue esperando una solución.

Ofer Laszewicki – Tel Aviv

Manifestantes palestinos discuten con las tropas israelís.

Manifestantes palestinos discuten con tropas israelíes.

Pasados 24 años de la icónica imagen de Yasser Arafat e Yitzhak Rabin dándose la mano bajo la atenta mirada de Bill Clinton en los jardines de la Casa Blanca en Washington, la paz entre Israel y Palestina todavía sigue esperando. Ese apretón de manos, repleto de esperanzas e incertidumbres, suponía el pistoletazo de salida de los Acuerdos de paz de Oslo (1993), gestados durante un año de intensos encuentros secretos entre israelíes y palestinos bajo auspicio de las autoridades noruegas.

Oslo supuso un punto de inflexión en el longevo conflicto de Oriente Medio, ya que por primera vez ambas partes enfrentadas lograron mirarse de frente y reconocer algo que parecía impensable: que el otro existe. Rabin y Arafat, que junto al entonces ministro de exteriores israelí Shimon Peres fueron galardonados un año después con el premio Nobel de la Paz, contaban con un turbulento historial.

Para los palestinos, Rabin fue el implacable ministro defensa que ordenó a los soldados del tsahal quebrar sin piedad los brazos y las piernas de los manifestantes palestinos que tomaron las calles en la Primera Intifada de 1987. Para los israelíes, Arafat fue el máximo instigador del terrorismo palestino desde que tomara las riendas como líder de Al Fatah y la Organización por la Liberación de Palestina (OLP). Arafat siempre alternó sus dos facetas: la de diplomático y la de guerrillero. El discurso que pronunció en 1974 en la sede de Naciones Unidas da fe de ello: “vine aquí con un ramo de olivo y la pistola de un luchador por la libertad. No dejen que el ramo de olivo caiga de mi mano”.

Los Acuerdos de Oslo fueron un marco repleto de simbolismo. Por primera vez en la historia, el nacionalismo político palestino aceptó el derecho de existencia de Israel, el gobierno hebreo reconoció a la OLP como representante legítimo del pueblo palestino, y ambas partes firmaron resolver sus diferencias mediante vías pacíficas.

Pero tan solo se quisieron diseñar los cimientos de un proceso previsiblemente arduo, por lo que los puntos más calientes se postergaron para el futuro: cómo repartir la soberanía de Jerusalén y sus lugares sagrados; el derecho al retorno de los refugiados palestinos que huyeron o fueron expulsados de sus tierras en el transcurso de la guerra de Independencia de Israel (o Nakba –desastre- palestina) de 1948; el porvenir de las colonias judías construidas en los territorios que Israel ocupó tras la victoria en la Guerra de los Seis Días (Gaza y Cisjordania); y como se definirían las fronteras definitivas del futuro estado palestino.

Básicamente, se decidió empezar por poner en marcha la Autoridad Nacional Palestina (ANP), una administración autonómica que se encargaría inicialmente de la gestión de las principales urbes palestinas, de donde las tropas israelíes se irían retirando gradualmente. Inicialmente, la ANP se puso a prueba en la ciudad de Gaza y en Jericó. A su vez, se acordó la división de Cisjordania en tres áreas: A, bajo plena soberanía palestina, que incluye los principales centros urbanos; B, bajo soberanía civil palestina y control militar israelí; y C, completamente gestionada por Israel, y donde están construidos la mayoría de los asentamientos judíos.

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Israel retira los detectores y los controles de acceso de Al-Aqsa

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OFER LASZEWICKI RUBIN – JERUSALÉN

28/7/2017

Los musulmanes regresarán hoy a la Explanada de las Mezquitas después de que Israel haya retirado las medidas de acceso que colocó semanas atrás, poniendo fin a un conflicto que amenazaba con caldear a todo el mundo árabe

Tras dos semanas de extrema tensión por la crisis desatada en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, pidió ayer a los fieles musulmanes que regresen a la mezquita de Al-Aqsa. El muftí de Jerusalén –máxima autoridad religiosa islámica- declaró que “la situación ha vuelto a la normalidad, por lo que volveremos a rezar”. La decisión del liderazgo político y religioso palestino se aprobó después de que la policía israelí retirara en la madrugada del miércoles todas las medidas de seguridad colocadas en los accesos del lugar sagrado, incluidas las cámaras de video vigilancia, que fueron instaladas en sustitución de los polémicos detectores de metales que desataron la ira palestina. No obstante, el jefe de la policía en Jerusalén, Yoram Halevi, alertó que si durante el rezo de este viernes “se pretende alterar la paz, nadie debería sorprenderse si hay más muertos o heridos”. Ayer por la tarde cientos de fieles se congregaron en la explanada y, tras un corto periodo de euforia, se vivieron choques esporádicos con las fuerzas israelíes, que se saldaron con más de 50 palestinos heridos.

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Mosaico bienvenida a Trump de Women Wage Peace (WWP)

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Vídeo sobre la acción en Yaffo de la ONG Women Wage, formada por mujeres israelíes y palestinas, ante la visita oficial del presidente norteamericano Donald Trump a la región.

Las mujeres preparon un mosaico humano con el lema: «Ready for Peace»

Link: http://bit.ly/2rM9130

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(II) HAIFA FLUYE

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De la serie «Tales from a strange land»

Tan solo poner el pie en Haifa noté frescura. Veníamos de días de extrema sequedad y calor, que ayudaron a propagar en un santiamén los incendios que arrasaron diversas áreas del país. Bajé del tren en la parada de Bat Galim, nombre del vecindario construido a escasos metros de la playa. Aquí el agua se ve limpia y bastante transparente, y el tayelet (paseo marítimo) me recordó al de mi querido El Masnou. Vista desde el litoral, Haifa impone: las verdes colinas se elevan prácticamente frente al mar. Recuerda a las postales de San Francisco o incluso Río de Janeiro, construidas entre montículos y empinadas avenidas. Saba (abuelo) Smhuel y safta (abuela) Adela descansan en paz aquí. Mi madre y mis hermanos nacimos en el barrio del Karmel. Mi sentimiento de pertenencia a Haifa es enorme e imborrable.

Vine de jueves a shabbat para unirme a un tour con otros periodistas para cubrir los daños causados por las llamas; estar con la calma con mi amigo Jonathan (“Yona”); y vibrar con el jolgorio del Hag Hahagim -la “fiesta de las fiestas”-, donde se unen alegremente la Navidad, el Hannukah y el Ramadán. Ésta última fiesta musulmana pasó hace meses, pero lo importante es festejar unidos:

–    “Por suerte, Jesús, Moisés y Mohamad jamás pasaron por aquí”, ironizaba Yonah                      Yahav -dicharachero alcalde de Haifa-, tratando de explicar el porqué de la                                fraternal convivencia entre tribus, un hecho insólito en Israel.

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“NO A TRAVÉS DE LAS MIRILLAS DE LOS RIFLES”

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La ONG “Combatants for Peace” (CFP) es un colectivo formado por ex milicianos palestinos y ex soldados israelíes que, tras haber experimentado en sus propias carnes la peor cara del conflicto, decidieron abandonar las armas e iniciar una batalla todavía más complicada: la lucha por la paz

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Ofer Laszewicki Rubin – Jerusalén
15/11/2016

Los viernes por la mañana la estación central de tren de Tel Aviv suele abarrotarse de soldados. A escasos metros de la parada se encuentra la Hakirya, la central de mando del ejército israelí. Además de cargar con imponentes y modernas ametralladoras, los y las jóvenes reclutas también llevan a cuestas pesadas bolsas deportivas. El shabbat se acerca, y muchos aprovechan el día de descanso para pasar la jornada de reposo con sus familias.

En una esquina, unos pocos jóvenes y jubilados se agrupan bajo la sombra de un árbol. Es noviembre, pero el sol es abrasador: rondan los 27 grados. Los congregados se saludan efusivamente y sacan de sus mochilas camisetas de color gris con eslóganes en hebreo, árabe e inglés. “No a través de las mirillas de los rifles”, leo en la parte inferior de una de ellas. Son componentes de la agrupación de Tel Aviv de la ONG “Combatants for Peace” (CFP), colectivo formado por ex milicianos palestinos y ex soldados israelíes que, tras haber experimentado en sus propias carnes la peor cara del conflicto, decidieron abandonar las armas e iniciar una batalla todavía más complicada: la lucha por la paz. Maya, una apuesta muchacha que debe rondar los 30, pasa lista para comprobar que todos los inscritos en el autobús estén en sus asientos. Como cada primer fin de semana del mes, se dirigen al muro que divide Israel de Cisjordania para emprender la “Marcha por la Libertad”.

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Un niño palestino colabora en el montaje de muñecos gigantes para la «Marcha por la Libertad». Foto: Georgina Noy

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El desafío de David Broza, el músico que unió Jerusalén

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CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ

El cantante David Broza convenció a israelíes y palestinos para grabar un disco y un documental. Aquí habla sobre el proyecto y sobre su juventud en la España de Franco.

El músico israelí.

El músico israelí.

OFER LASZEWICKI @oferlr

16.01.2016 02:24 h.

David Broza (Haifa, 1955) se ha decidido a cruzar las enormes barreras que dividen a israelíes y palestinos. Conocido como el ‘Bruce Springsteen israelí’, el popular cantante de folk-rock se encerró en un estudio de Jerusalén Este con colegas árabes y judíos. El resultado fue el álbum East Jerusalem/West Jerusalem.

Sus canciones son una fusión de acordes clásicos de la canción popular israelí, sonidos orientales de instrumentos árabes y una meticulosa producción estadounidense. El cantante, que actualmente reside en Nueva York, pasó los años cruciales de su juventud en la última etapa de la España franquista, donde mantuvo contacto cercano con movimientos juveniles contrarios al régimen que le «engancharon como una enfermedad».

«Quería ser parte de cualquier movida social y política, de la calle, de la gente», explica aquí Broza, que dice que la grabación en Jerusalén «simplemente fueron ocho días y ocho noches de milagro, surgidos de la música, el buen café, el vino y la amistad». Próximamente, la historia verá la luz en formato documental.

¿Por qué decidió grabar este disco con músicos palestinos?

Llevo trabajando con el estudio palestino de Sabrin desde 1999. Hasta ahora nunca había traído a mis músicos israelíes a trabajar con mis colegas en Jerusalén Este, con quienes mantengo una amistad real. El lugar me encanta: es como estar muy cerca de casa pero a la vez en otro mundo. Es algo único. Disfruto tocando, tomando café y montando juergas. Quería hacer un nuevo disco en inglés para el mercado internacional y conté con el productor Steve Earl, que hizo un magnífico trabajo de dirección.

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